Señal 6: El ciego que recupera la vista (Juan 9:1-12)

Lea Juan 9:1-12
El presente relato ocurre fuera del templo. Sin embargo, no se indica el lugar exacto ni la hora. Recordemos que el profeta Isaías anunció que, en los días del Mesías, “El abriría los ojos de los ciegos” (Isaías 29:18; 35:5; 42:7). En este capítulo, el simbolismo de la “iluminación” adquiere toda su relevancia por el hecho de que se trata de un ciego de nacimiento. Aquí, el don de la vista también se presenta como una “señal” (Juan 9:16). Esto es importante, puesto que Jesús acababa de proclamarse como “la Luz del mundo” y este es un mensaje que cobra trascendencia en el presente estudio.
Si se compara el relato sobre el ciego de nacimiento con el del paralítico de Betesda (Juan 5), se observarán ciertas semejanzas. Efectivamente, en la estructura, el milagro va seguido de una serie de controversias: la primera, entre el enfermo y los judíos; la segunda, entre el mismo enfermo y Jesús; y, la última, entre Jesús y los judíos.
También son notables las diferencias, pero la más marcada entre ambos relatos es el comportamiento de los dos personajes principales. A diferencia del enfermo de Betesda, el ciego se convierte en un verdadero testigo de Jesús ante los fariseos.
 

Descubriendo el sentido de la señal

Juan 9:1. Este es el único milagro narrado en los evangelios en el que se dice que se trataba de una dolencia “de nacimiento”.
Juan 9:2. ¿Quién pecó…? La respuesta se encuentra en Lucas 13:1-5. Es un pasaje para meditar. La ceguera del enfermo se debe… ¿a su propio pecado o al de sus padres? La inclinación hacia el pecado forma parte de nuestra naturaleza humana desde la caída de Adán y Eva. (Lea: Éxodo 20:1-5; 34:6-7; Números 14:18; Salmo 109:14; Isaías 65:6-7).
Los discípulos conocían los relatos de la creación, el pecado de Adán y la aflicción que sobrevino a la sociedad como resultado de la desobediencia. Ellos sabían que la ley de Moisés decía que Dios no haría caso omiso de los culpables, sino que él visitaría “la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación” (Éxodo 34:7). Quizás ponían más énfasis en la ley de Moisés que en los escritos del profeta Ezequiel, quien afirmó que un hijo no sufriría por el pecado de su padre, sino que “…el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:20).
Cuando los discípulos vieron al ciego preguntaron a Jesús si la enfermedad era un castigo por sus propios pecados o de sus padres. Aunque la calamidad y el sufrimiento son resultado de la naturaleza humana, cada aflicción física no puede ser atribuida a un castigo por el pecado personal.
 

Barclay explica:

“En tiempos de Jesús, los judíos creían en la preexistencia del alma. Realmente, esta idea la habían tomado de los griegos; entre otros, de Platón. Creían que todas las almas existían antes de la creación de la raza humana en el huerto de Edén, o que estaban en el séptimo cielo o en una cierta cámara, esperando la oportunidad para entrar en un cuerpo. Los griegos habían creído que esas almas eran buenas, y que era la entrada en el cuerpo lo que las contaminaba; pero habían algunos judíos que creían que las almas eran ya buenas o malas antes del nacimiento.
En tiempos de Jesús, algunos judíos creían que la aflicción de una persona, aunque fuera de nacimiento, podía venirle de un pecado que hubiera cometido antes de nacer….Había otra creencia que los males que se padecían desde el nacimiento los causaba el pecado de los padres.”

Juan 9:3. Jesús no contesta la pregunta ni trata de explicar la relación que existe entre el pecado y el sufrimiento.
Para Juan, los milagros son siempre:

  1. una señal “para que las obras de Dios se manifiesten”, y,
  2. una prueba de lo que Dios puede hacer.

Se nota la actitud de silencio de Jesús en muchas ocasiones (Mateo 9:30; 12:16; 17:9; Marcos 1:44; 5:43; 7:36; 8:26; Lucas 5:14) pero con una excepción notable (Marcos 5:19). Sin embargo, durante los últimos días de su ministerio cambió la táctica (Mateo 21:1-11; Juan 7:37; 9:3; 11:4).

“para que las obras de Dios se manifiesten” 1 Juan 1:1-2, 5.

Entonces, el “hombre” del relato es ciego de nacimiento y su aflicción no proviene del pecado. No puede ser una figura de la condición pecadora de la humanidad. Su estado simboliza otras tinieblas: aquellas en las que el hombre se encuentra antes de ser iluminado por la revelación del Hijo.
Juan 9:4. “…es necesario hacer las obras del que me envió…” Es una frase bien interesante que sale de la boca de Cristo, declarando, mejor dicho, intimando:

  1. que él tenía una obra concreta que realizar en el mundo, con detalles arreglados y dispuestos para él;
  2. que todo lo que él hacía en la tierra no eran sino “las obras de Dios”, particularmente el “andar haciendo bienes”, aunque no fueran exclusivamente milagros;
  3. que cada obra tenía un tiempo preciso y lugar determinado en su “programa de trabajo ”, para decirlo de alguna manera; de ahí,
  4. que así como su labor tenía un tiempo definido, sí dejaba pasar algún servicio particular por esta situación, toda la obra sería retrasada y ejecutada fuera del plazo establecido para su culminación;
  5. que él siempre obraba como hombre bajo el impulso de estas consideraciones, pues “…la noche viene, cuando nadie puede trabajar.”

Jesús hace las obras de su Padre (Juan 4:34; 5:17-19) al hablar la Palabra de su Padre (Isaías 59:20-21; Juan 3:34; 7:16; 12:49-50).
Una inquietud personal:
¿Qué lecciones hay aquí para nosotros y los demás? ¿Qué aliento hallamos en su ejemplo?

Juan 9:5. Analicemos lo que Jesús dice: “Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo”. Con esto quiere decir que siempre existe la oportunidad de aceptar a Cristo como nuestro Salvador, Maestro y Señor. No quiere decir que después él dejara de ser luz; sino que él tenía que demostrar su completa fidelidad al Padre mientras durara su carrera terrenal y por siempre, desplegando su gloria.
Las siete frases “Yo soy” en el Evangelio de Juan son: 6:35; 9:5; 10:9, 11; 11:25; 14:6; 15:1.
Juan 9:6. “…escupió en tierra”. ¿Es una degradación y humillación (Isaías 50:6)? Este es uno de los dos milagros en los que se dice que Jesús usó su saliva (Marcos 7:33). ¿La saliva tendrá propiedades curativas? ¿La saliva, y por ende el agua, tendrá propiedades purificadoras?. Isaías 48:10: “He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción”.
Según la opinión general, el empleo del barro tiene la función de demostrar la violación del sábado que denunciarían los fariseos (vs.15, 24). Sin embargo, la mezcla mencionada en cuatro ocasiones (vs. 6, 11, 14, 15) resulta extraña, no solamente porque todos los demás milagros de Jesús en el Evangelio de Juan se producen únicamente por la palabra, sino porque poner barro en los ojos de un ciego significa, simbólicamente, agravar su enfermedad.
Personalmente pienso que el hecho de que Jesús “hizo lodo con saliva” indica una “nueva creación” (Génesis 2:7). (¿Otra señal de Juan?).
Juan 9:7. Jesús envió al hombre a lavarse en el estanque de Siloé. Después de sanarse tuvo algunas dificultades para convencer a la gente sobre la veracidad de su curación.
Dicho estanque estaba ubicado, según Josefo, en la zona sur de Jerusalén, en donde todavía existe un estanque de unos 17,5 m por 5,5 m. En el Nuevo Diccionario Bíblico Certeza se indica que “… existen vestigios de un baño herodiano y un depósito descubierto para agua (alrededor de 18 m x 5 m, originalmente 22 m x 22 m con escalones en su costado Oeste), no hay ninguna certeza de que este fuera en realidad el estanque de referencia. Se ha sugerido que el sector de la ciudad que rodea el estanque superior, unos 100 m más arriba, se denominaba Siloé, y el inferior Estanque del Rey (Nehemías 2:14) o Gihón inferior.” En el Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia se dice que tenía: “24 m. de largo por 5,5 m de ancho”.
Con esta curación, Jesús cumple el mandato impuesto para el Siervo de Jehová: “…que abras los ojos de los ciegos”. En Isaías 42:6-7 el “Siervo” está llamado a ser un nexo, es decir, un lazo de unión entre los miembros del pueblo de Israel y también entre Israel y Dios. Por eso destaca: ”para que abras los ojos de los ciegos”. Hay que estar preparados para estudiar esta señal y comprender el significado del Salmo 115:5: ¡…“tienen ojos pero no ven”!
El Estanque de Siloé está situado en la parte sur de la zona que se llama Cuidad de David y 65 m al norte del Estanque Viejo de Salomón. Se ubicaba a la salida de un túnel construido por Ezequías (740 a.C.) para traer las aguas del Guijón hasta Jerusalén.

En los días de rey Ezequías…
Cuando Exequias se dio cuenta de que Senaquerib estaba a punto de invadir Palestina, decidió abrir un túnel o conducto en la roca sólida desde la fuente hasta la ciudad (2 Crónicas 32:2-8; Isaías 22:9-11; 2 Reyes 20:20). Si se hubiera trazado en línea recta habría tenido unos 350 metros de largo. Pero como lo hicieron en zigzag, ya fuera siguiendo las grietas de la roca o para evitar sagrados, el conducto tiene de hecho unos 580 metros. En algunos lugares no tiene más que 6 centímetros de alto.

En su relato, el evangelista Juan (9:1–7) toma el término “Siloé” y lo traduce como “el que ha sido enviado” para asociarlo con Jesús, el “Enviado” por excelencia (Juan 3:17, 34; 5:36, 38, etc.), para destacar la completa iluminación realizada en el milagro. La literatura rabínica revela que se usaban aguas del mismo Estanque de Siloé (mencionadas en Isaías 8:6) en las ceremonias de la Fiesta de los Tabernáculos porque era un lugar de purificación.
 

¿Quién es el ciego?

En este capítulo observamos dos cosas:

  • La transformación espiritual de este hombre. Empezó llamando hombre a Jesús (v.11); de allí lo reconoció como profeta (v.17); y, por ultimo, aceptó que Jesús era Hijo de Dios (vs.35-38).
  • La falta de entendimiento de los fariseos. (Vea las 11 preguntas que hicieron en este capítulo y los cuatro rechazos de la evidencia v.9, 18, 24, 34).

Preguntas de los judíos y de los fariseos (Juan 9:1-41)

v.8 ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?

v.10 ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

v.12 ¿Dónde está él?

v.16 ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?

v.17 ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?

v.19 ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego?

v.19 ¿Cómo, pues, ve ahora?

v.26 ¿Qué te hizo?

v.26 ¿Cómo te abrió los ojos?

v. 34 ¿y nos enseñas a nosotros?

v.40 ¿Acaso nosotros somos también ciegos?

‘Ciegos’ son aquellas personas que han visto la luz pero han preferido mantenerse en las tinieblas. Los fariseos se pusieron furiosos porque no podían contradecir en nada el razonamiento del hombre, que estaba de acuerdo con la Escritura – Jesús ha hecho una obra maravillosa –; esto demuestra que Dios le oye.
 

El proceso de comprensión

Juan 9 Cuatro revelaciones de Jesús Desarrollo progresivo de los títulos de Jesús
vs. 1-12

El hombre llamado Jesús

v.2 Rabí

vs. 13-23

Es profeta

v.3 Jesús

vs. 24-34

Hombre que viene de Dios

v.4 Enviado (“…me envío”)

vs. 35-41

Hijo de Dios

v.5 Luz del mundo

v.17 Profeta

v.22 Mesías

v.35 Hijo de Dios

v.38 Señor

Juan 20:31: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios…”

Tinieblas y juicio

Luz y juicio

Juan 9:34. “Y lo expulsaron”.

Los fariseos eran personas con mucho dominio y poder para juzgar. Las autoridades de la sinagoga disponían de una poderosa arma: la excomunión, que significaba:

(1) La expulsión de la sinagoga por toda la vida. En tal caso se le maldecía en presencia del pueblo.

(2) En otras circunstancias podía durar solamente un mes u otro periodo.

La sanción dependía de la gravedad de la falta, que era calificada por los propios fariseos.

Juan 6:37. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no le echo fuera.
Juan 9:39. “Para juicio he venido yo a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados”.

Cuanta más sabiduría tenga una persona, se vuelve más propensa a la condenación porque conoce la bondad y no la practica. La condenación de los fariseos fue una consecuencia del hecho de que, según ellos, conocían tanto y presumían de ver muy bien; sin embargo, no pudieron reconocer al Hijo de Dios.

Aquí, cabe una pregunta… ¿qué pasa con nuestra vista?

Este “don de la vista” se presenta como una señal cuyo sentido explica Jesús antes de realizarlo: afirma a sus discípulos que es la “luz del mundo”. El simbolismo de la luz juega también en sentido opuesto. Los fariseos puestos en presencia del hombre curado milagrosamente negaron la señal. ¡Se volvieron ciegos!

El crecimiento de la fe
v.15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, me lavé y veo”.
v.17 Entonces le preguntaron otra vez al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Él contestó: Que es profeta”.
v.25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo”.
v.27 Él les respondió: Ya os lo he dicho y no habéis escuchado, ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?”
v.38 Y él dijo: Creo, Señor”.
v.38

“…y le adoró”.

Ya viene la luz

La primera referencia de luz se produce cuando Jesús habla de cómo las personas están en oscuridad y en la esclavitud del pecado (Juan 8:12). La segunda, en Juan 9:5, da lugar a la historia en la que Jesús libera a un hombre de su prisión de oscuridad y le lleva a la luz. Para Juan, la llegada de la luz significa el juicio sobre la oscuridad (8:16, 26, 50 ) y la sentencia que conlleva (vs. 21 y 24). El milagro es un recordatorio de que Jesús vino al mundo “para juicio…” (Juan 9:39).
¿Somos luces?

La luz del mundo

Los hombres son luces

La luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo.” (Juan 1:9) Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.” (Mateo 5:14)
Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo.”
(Juan 9:5)
Él era antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.” (Juan 5:35)
“…para que seáis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como lumbreras en el mundo.” (Filipenses 2:15)

En orden jerárquico, a nivel superior, Cristo es la luz del mundo. En el nivel subordinado se encuentran los verdaderos cristianos, considerados como receptores e irradiadores de la luz, quienes pueden ser denominados la luz del mundo.

¡Qué responsabilidad!

“Somos llamados de ser receptores e irradiadores de la luz verdadera.”
“Luz” de los profetas

Jesús vino a su pueblo para anunciar el Reino de Dios. ¿Qué aprendemos del mensaje de los profetas relacionado con la obra de Jesús?

Isaías 29:9-24

Isaías 42:1-22

Isaías 44:9-20

La señal – una manifestación de la gloria de Jehová –

  • Una persona pasa de las tinieblas a la luz de la fe gracias a Cristo.
  • Por ser luz, llega hasta el fondo de los corazones denunciando sus obras malignas.
  • El evangelista Juan no conoce más pecado que el rechazo de la luz.

Todos nosotros esperamos el cumplimiento de la promesa de la segunda venida de Jesucristo.

Isaías 35 proclama el futuro glorioso de Sión cuando “los ojos de los ciego serán abiertos”

Escriba, al lado de cada referencia, un resumen de la venida de la “luz” que se anticipa.

Isaías 35:1

Isaías 35:2

Isaías 35:3-4

Isaías 35:5-6

Isaías 35:7-9

Isaías 35:10

Señal 6: Una aplicación personal

En el Antiguo Testamento, la metáfora de la ceguera representa una “situación voluntaria”, surgida como resultado del pecado. Isaías (6:9-10), Jeremías (5:21) y Ezequiel (12:2) la utilizan: “Oíd ahora esto, pueblo necio y sin corazón, que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye.”
En el relato de Juan 9, la ceguera la padecen los fariseos quienes han rechazado la luz manifestada por la señal.
El ciego de nacimiento percibe al Señor con fe. Sin definir esa fe, hizo un gesto por el que da gloria a Dios (9:38). ¿Cómo manifestamos nuestra fe en la “luz del mundo”?