El matrimonio comienza antes del día de la boda, no en lo que a intimidad física se refiere, como vimos en el artículo anterior, pero sí en la creación de una nueva relación. El matrimonio es una estructura, una edificación, y no solamente un instante en el tiempo.
No se case apresuradamente. El forjar deliberadamente una relación sabiendo que es incorrecta significa buscar problemas, los cuales no tardarán en surgir. Uno no debe casarse simplemente para escapar de la soltería, ni tampoco, como alguien me expresó cierta vez, porque es ¡”más barato que un hospedaje”! Nuestra mirada debe ser más elevada en todo sentido, porque el matrimonio cambia toda nuestra vida. Después de casarnos, nada jamás será como antes, y por eso necesitamos elegir sabiamente a nuestra pareja con la idea de formar una relación permanente.
Apariencia, temperamento, familia, oficio e ingresos son algunos factores que se deben tomar en consideración, pero no son más que ingredientes de un compuesto mucho más interesante: una relación viviente del más alto orden, un compañerismo amoroso y satisfaciente que perdure independientemente de estas consideraciones porque está basado en algo que puede resistir tanto en la prosperidad como en la adversidad.
Nuestros impulsos naturales son muy fuertes. Por razones que no llegamos a entender, encontramos que algunos miembros del sexo opuesto son tan atractivos que podemos estar dispuestos a sacrificar hasta ciertos elementos de la razón misma para asegurarnos el amor y la atención de la otra persona.
Aunque esto es un impulso muy potente, es en gran medida una reacción física, y puede existir aun antes de que uno conozca bien el objeto de su atracción. Si la atracción es mutua, nos encontramos en un carro propulsado por motor a chorro, sin poder dominar del todo la potencia del motor ni la dirección del vehículo.
¿Cómo manejar una situación como ésta? Puede ser peligrosa o llegar a serlo, y también puede ser de corta duración, aunque no sepamos esto y seguramente no lo sintamos en el momento. ¿Cuáles influencias debemos aplicar a la aguja de la brújula de nuestra vida? ¿Cómo podemos encaminarnos a la felicidad?
¿Qué queremos decir por “amor”?
¿Se trata de algo físico, espiritual, o qué? ¿Cómo se relaciona con la idea de “enamorarse” o “hacer el amor”? ¿En qué se parece a los sentimientos de cariño que experimentamos para con nuestros demás amigos o los miembros de nuestra familia?
¿Se acuerda Ud. de las palabras “idóneo,” “adecuado” y “corresponder” en el artículo anterior? Para que dos personas formen un buen matrimonio, deben ser dos individuos idóneos que corresponden el uno al otro. Entonces, necesitamos examinar con cuidado nuestra vida individual para ver cuáles son los verdaderos elementos de ella. Somos personas con preferencias y aversiones, propósitos y objetivos, necesidades y deseos, fuerzas y flaquezas. El matrimonio influye en estos elementos importantes de nuestra vida, pero no nos cambiará fundamentalmente. Es inútil imaginarnos que el matrimonio será la solución a todos nuestros problemas y fuente inagotable de alegría. Debemos estar conscientes que si el matrimonio es malo, puede producir en nosotros un hondo sentimiento de insatisfacción y una tristeza profunda y destructiva.
¿Tiene importancia la atracción física?
La respuesta es que tiene cierta importancia, pero no puede ser la única base del matrimonio ni puede durar para siempre, porque nuestro aspecto físico cambiará en el transcurso de los años: los dientes blancos de vuelven amarillos, el pelo se vuelve canoso, la agilidad se deteriora y la línea otrora esbelta toma otras dimensiones. Por consiguiente, aunque debe existir en un buen matrimonio cierto grado de atracción física, es un factor mucho menos importante de lo que podríamos imaginarnos cuando primero nos enamoramos.
Sin embargo, nuestro corazón late más intensamente y el sentido de poesía en nosotros es estimulado al ver la persona que amamos. También las Escrituras representan con mucha belleza el atractivo de una persona para otra, para expresar un tema altamente espiritual:
“He aquí que tú eres hermosa,
amiga mía; he aquí que tú eres hermosa;
Tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
Tus cabellos como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
Que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y ninguna de ellas estéril.
Tus labios como hilo de grana…Mi amado es blanco y rubio,
Señalado entre diez mil.
Su cabeza como oro finísimo;
Sus cabellos crespos, negros como el cuervo.
Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas,
Que se lavan con leche, y a la perfección colocados…
Algunos de los componentes del amor humano
Nuestras emociones se involucran en el más alto grado en el amor, y deseamos expresarlas el uno al otro. Deseamos “poseer”, es decir, tener como posesión personal y única, la persona amada. Nuestro amor es estimulado por la atención que se nos brinda y por las respuestas a nuestros propios sentimientos, las cuales buscamos por medio de las cosas que decimos y hacemos y por la solicitud que manifestamos el uno al otro. El amor busca servir y proteger o ser protegido.
Pero las emociones son cosas sensibles y a veces peligrosas. Al principio, tenemos poco en que edificar nuestra relación porque sabemos muy poco el uno del otro. Este hecho debería advertirnos que nuestros sentimientos iniciales pueden ser equivocados o totalmente inapropiados. La persona sensata reconocerá las señales negativas por lo que realmente son. A pesar de la intensidad de los deseos que Ud. siente, tómese tiempo, examine fríamente a Ud. mismo y a su pareja, y sobre todo analice su situación a la luz de los consejos que encontramos en la palabra de Dios.
El amor tiene límites
A pesar de la fuerza de los primeros sentimientos del amor, no tardamos mucho tiempo en darnos cuenta que otras muchas influencias juegan un papel en nuestra relación y la afectan grandemente. Nuestras personalidades pronto se manifiestan en toda su realidad, porque cuando primero nos enamoramos tendemos a expresarlas de manera espontánea. ¿Son armoniosas las personalidades? ¿Son complementarias? ¿O serán más bien una causa constante de roces? ¿Dominará totalmente un miembro de la pareja al otro? Estas últimas situaciones son intolerables o conducen a la completa supresión de una personalidad por la otra. Este es el camino hacia la infelicidad.
Acuérdese de que hay muchos aspectos de nuestra personalidad que prácticamente nunca cambian, aun cuando estemos siendo moldeados por los principios del Señor Jesucristo, Señor nuestro. Se han realizado matrimonios muy mal aconsejados porque uno de los contrayentes no comprendía esta sencilla realidad. Muchas mujeres se han casado con alcohólicos en la esperanza de cambiarlos después del matrimonio; otras se han sacrificado en el altar del egoísmo de su compañero. No cuente con obrar milagros después del matrimonio. Si el poder del amor ha sido incapaz de efectuar un cambio antes del matrimonio, ¿cómo lo logrará después?
¡No sea ciego!
Más que todo, nuestro amor para otra persona puede constituir un reto a nuestro amor a Dios y su Hijo. Este es el más grande conflicto de lealtades. Nuestro amor puede llegar a cegarnos. Las señales de peligro son obvias y seríamos muy insensatos si las ignoráramos. ¿Es nuestro amigo miembro de la iglesia? ¿Manifiesta una preocupación real y duradera por las cosas de la Verdad? ¿Es una persona de mente espiritual? ¿Nos encontramos asistiendo juntos a todas las actividades de la iglesia, hablando acerca de nuestra fe, pensando y deseando cosas espirituales? ¿Oramos juntos con facilidad? ¿Nos gusta leer juntamente la palabra de Dios? ¿Estamos mutuamente comprometidos con nuestra fe? ¿Hacen las cosas mundanas un papel importante en la vida de uno de nosotros, o de ambos?
Estas son preguntas de vital importancia. Le ruego que las use para calcular si su amor es correcto y apropiado.