Un Mundo Peligroso

El mundo es un lugar peligroso para vivir y trabajar, sobre todo para los creyentes jóvenes. Sus ojos, oídos y mentes son asaltados por anuncios en revistas, carteles, la radio y la televisión que intentan estimular emociones indeseables presentando el sexo, el licor y las diferentes formas de diversión de una manera que les hace parecer atractivos y aceptables.

Si un joven hermano o hermana ha sido criado en un hogar feliz “en disciplina y amonestación del Señor”, entonces el ejemplo de sus padres, las amistades formadas en la iglesia y la fuerza de carácter que ha desarrollado como consecuencia de su ambiente espiritual favorable, generalmente serán suficientes para ayudarlo a resistir los ataques a sus convicciones morales y espirituales. Pero existen otros peligros más sutiles que estas invitaciones abiertas a gozar de la vida.

Los estudiantes jóvenes que van a un instituto técnico o a la universidad para continuar su educación, son separados repentinamente de la seguridad y las sabias restricciones del hogar, y absorbidos en una sociedad de jóvenes quienes, liberados de la disciplina de la escuela y el hogar, frecuentemente expresan su recién descubierta libertad no sólo por medio de un estilo particular de ropa o peinado, sino también de otras maneras más peligrosas.

Cada estudiante, además de asistir a sus clases, se siente atraído por las actividades sociales y de grupo, y bienaventurado es el estudiante que se une a un grupo compuesto de personas sensatas y deseosas de aprovechar al máximo las oportunidades para sostener conversaciones beneficiosas y actividades sanas.

El fumar

Aunque algunos de estos grupos pueden ser muy buenos, sin embargo pueden inducirle a uno a que adopte hábitos indeseables. Pueden inducir a un hermano o hermana a que tome el primer paso para llegar a ser un fumador habitual. La mayoría de las personas fuman, así que uno parece raro si no se une a ellos. ¡Nunca habrá una razón más deficiente para comenzar a fumar, ni una mejor prueba de debilidad de carácter!

Además del costo, que puede ser considerable en relación con los ingresos de un joven, el fumar no proporciona ningún beneficio. Cualquier atleta, sea aficionado o profesional, que toma en serio el deporte, no fuma, o deja de hacerlo mientras se está entrenando para un evento especial. Y se ha demostrado conclusivamente que el fumar causa el cáncer de los pulmones y contribuye a otras enfermedades.

La mancha de la nicotina puede quitarse de los dedos usando piedra pómez u otro medio similar, pero el depósito de nicotina en los pulmones sólo puede ser erradicado mediante la abstención prolongada y un tratamiento especial. ¡Así que muchos fumadores no se dan cuenta de que ponen en evidencia la insalubridad de su hábito por su mal aliento!

Es probable que el argumento “¿Fumar o no fumar?” nunca se resolverá por medio de argumentos persuasivos. Más bien, el que vive en Cristo tiene que preguntarse: “¿Puedo yo justificar este hábito ante Jesús?” Y ¿puede uno hacer lo que Pablo le recomendó a Timoteo: “Consérvate puro”, y fumar al mismo tiempo?

El alcohol

Con qué facilidad y qué sentido de compañerismo (según parece) puede un joven hermano reunirse con un grupo de amigos para tomar algunos tragos. O juntarse con ellos en una taberna o bar. ¿Qué hay de malo en eso, siempre que uno tome moderadamente? ¿No es cierto que Pablo aconsejó al joven Timoteo:

“Usa un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Timoteo 5:23)?

El problema con el alcohol es que no está en la naturaleza de los jóvenes hacer las cosas moderadamente. El alcohol turba la mente y el juicio de uno; estimula excesivamente los sentidos y debilita el dominio de sí mismo. Un carro puede ser un instrumento mortal en manos de una persona que ha estado tomando.

Otro problema es que según el temperamento personal, el alcohol puede provocar la alegría en unos, y el mal genio en otros. Las más violentas discusiones a veces ocurren en las tabernas y bares.

El apóstol Pablo usó una frase que describe apropiadamente la flaqueza de voluntad que puede ser causada por la bebida:

“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución” (Efesios 5:18).

La concordancia de Young define el significado de la palabra “embriagarse” (griego methuskó) como “comenzar a ablandarse.” Pablo continúa su exhortación diciendo: “antes bien sed llenos del Espíritu.” ¡Cuánto más provechoso es llenarse del Espíritu de Dios que de alcohol, y cuán grandioso es el fruto que se obtiene!

No es que tenemos que abstenernos totalmente del vino y otras formas de alcohol, pero siempre debemos tomar en cuenta la compañía, el lugar y los peligros.

“Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se endurezcan por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre vosotros como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre” (Lucas 21:34-36, versión Dios Habla Hoy).

El sexo

El peligro que representa este permisivo mundo moderno para los hermanos jóvenes fue puesto en relieve por la suspensión del decano de una universidad británica quien recomendó que la universidad facilitara dormitorios para los estudiantes de sexos opuestos que querían acostarse juntos.

Un artículo en uno de los principales periódicos de Inglaterra, mientras deploraba una actitud tan permisiva, observó:

“Pero debe ser igualmente evidente que de nada sirve hoy en día que las autoridades traten de erradicar el sexo entre los estudiantes…Una mezcla de agnosticismo y contraceptivos ha cambiado las actitudes sobre el sexo de muchos estudiantes y catedráticos…Hace una generación, el peligro era que un estudiante que tenía relaciones sexuales se sintiera anormal e inmundo. Hoy día, es más probable que el estudiante que no las tenga se sienta cargado con el peso neurótico de la ansiedad sexual de la sociedad misma.”

En este ambiente revolucionario de las actitudes de los estudiantes acerca del sexo, y en la ausencia total de una conciencia del pecado entre los jóvenes, es muy fácil, en la intimidad de un grupo de amigos, y bajo el estímulo del alcohol, que un joven hermano o hermana sea inducido a una relación promiscua. Tal desastre significa o una ruptura con la familia de la fe, o un sentimiento agobiante de pecado y vergüenza. Y esto ha sucedido, afortunadamente acompañado de una reformación que ha sido loable y gratificadora por el gran aumento que ha producido en las actividades en favor de la Verdad.

Es de esperar que tales casos sean raros; pero cuando sucedan, siempre se debe reconocer que el Padre es abundante en misericordia, y que hay perdón para el pecador verdaderamente arrepentido.

Lo que debemos recordar es que tenemos nuestro cuerpo en fideicomiso para el Señor Jesús, quien nos ha comprado con su preciosa sangre. Pablo estaba profundamente consciente de esto cuando escribió a los Corintios:

“Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (1 Corintios 6:13).

Si uno prostituye su cuerpo, prestándolo para relaciones promiscuas, ¿como se sentirá al conocer a la persona a quien, sobre todo, uno quisiera poder ofrecer un cuerpo puro en matrimonio?

Nuestro cuerpo ha sido consagrado al servicio de nuestro Padre y del Señor Jesucristo, en esta vida y en la por venir; por esto, dice Pablo:

“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca” (1 Corintios 6:18).

Finalmente, hay una advertencia para todos los santos:

“Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:5).

Las drogas

En otro tiempo, la gente se desahogaba de sus problemas orando a Dios; y esto, con la ayuda de otras personas, les traía alivio. Pedro mostró el camino:

“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:6-7).

Hoy día, muchas personas no buscan a Dios, sino las drogas, para aliviar la preocupaciones, el insomnio y el dolor. Existe una industria inmensa y poderosa dedicada a satisfacer la demanda insaciable del público en todas partes de la tierra por las tabletas que les darán alivio de las molestias causadas por las preocupaciones y frustraciones del diario vivir.

Si uno tiene que tomarlas, deberá hacerlo bajo la supervisión médica, porque incluso las tabletas barbitúricas que se toman para el insomnio pueden dejar al paciente con una mente aturdida la mañana siguiente. Y muchos accidentes automovilísticos han sido provocados por personas que tomaron una dosis mayor de la que su médico recetó, o que tomaron una bebida alcohólica después de la droga.

Es una buena regla que el santo mantenga su cuerpo puro del fumar y el tomar excesivamente. Y seguramente debe mantener su cuerpo puro de las drogas, sean del tipo narcótico o del tipo estimulante, a menos que sea bajo la debida supervisión médica.

El remedio para muchos de nuestros problemas físicos y nerviosos se encuentra en el desarrollo de una mente serena: una mente llena de la paz de Cristo. Esto se logrará solamente tomando dosis generosas de la Palabra, durante el día o durante la noche si uno está despierto, y no por medio de las drogas.

En un mundo como el nuestro, tan acostumbrado a las drogas, no es de extrañar que muchos jóvenes insensatos, atemorizados por la violencia del mundo en el que nacieron, y amedrentados por la amenaza de la bomba H que puede destruir su futuro, se vuelvan hacia las drogas que los transportarán a un mundo de sueños. Desgraciadamente, a medida que se habitúen a las drogas, despertarán en un estado mental más terrible aún que antes.

Aun las personas que habitualmente toman las drogas fuertes no se dan cuenta de que están encaminadas hacia un deterioro moral, espiritual y físico que puede resultar en daños irreparables al cerebro, pulmones, hígado, riñones, y vaso. O la víctima puede padecer de asma, palpitaciones graves, o incluso parálisis de las extremidades inferiores.

Entre los jóvenes, el hábito de tomar drogas a menudo comienza con el uso de las anfetaminas para darse confianza en los exámenes, para acelerar las procesos mentales en las entrevistas, o para ser más vivos en alguna actividad social especial. Es fácil progresar de esta drogas a otras más fuertes, particularmente si uno está en compañía de otros jóvenes que están ansiosos de adquirir nuevas experiencias.

Las reacciones a las drogas

Uno de los más serios peligros de las drogas es que diferentes personas reaccionan a ellas de diferentes maneras. Las anfetaminas han llevado a algunas personas a sentirse exageradamente seguras de sí mismas, y a cometer tonterías. Otros se han vuelto enfurecidos y brutales, algunas veces al grado de cometer asesinatos; mientras otros se han vuelto suficientemente deprimidos para suicidarse.

Una de las drogas que inducen un mundo de sueños es el ácido lisérgico, o LSD. Algunos médicos dicen que cuando se toma en cantidades moderadas, puede hacer que la persona se sienta más segura de sí misma – pero ¿qué persona? Las ilusiones producidas por esta droga pueden llevar a uno a actos suicidas, como en el caso de un muchacho de 22 años que se echó del techo de una casa bajo la ilusión de que podía volar. Esta es una clase de seguridad de sí mismo que nadie quiere tener. Esta droga también ha causado colapsos mentales completos y permanentes, y ha resultado en el nacimiento de niños deformados.

Otra droga es la marihuana, que en otro tiempo era fumada o masticada por los habitantes de Arabia, Egipto y Turquía, pero que ahora ha llegado a ser trágicamente conocida para los jóvenes del mundo occidental. Si uno está adicto a ella, esta droga puede inducirle a robar, herir, o incluso, en el caso de una mujer, a vender su cuerpo para conseguir el dinero para comprarla.

Todos los miembros del cuerpo de Cristo deben ser particularmente cuidadosos con los peligros de la sociedad en que viven. Nunca deben responder al reto a que prueben una droga “sólo una vez”, y siempre deben dominar firmemente su curiosidad acerca de estas cosas. Si las circunstancia los llevan a padecer de ansiedad o insomnio, deben “orar sin cesar” además de buscar la ayuda de sus familiares y amigos, o de un médico de ser necesario. Pablo nos comunicó su experiencia con las siguientes palabras:

“No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también” (Filipenses 4:6, versión Dios Habla Hoy).

¡Dios realmente se preocupa por nosotros!

La respuesta de la fe

Usted se acordará de que más de una vez, Pablo comparó la vida a una carrera en la que una corona es recibida por el ganador. Sería sensato de nuestra parte acordarnos constantemente de lo que él dice, porque su figura del atleta supone que el cuerpo de uno se mantenga puro y en buena condición física para soportar el arduo esfuerzo de seguir corriendo hasta terminar la carrera.

“Los que se preparan para competir en un deporte, evitan todo lo que pueda hacerles daño. Y esto lo hacen por alcanzar como premio una corona de hojas de laurel, que en seguida se marchita; en cambio, nosotros luchamos por recibir un premio que no se marchita” (1 Corintios 9:25, versión Dios Habla Hoy).

Pablo habló con igual claridad sobre la vida en general y nuestra actitud y comportamiento para con las personas del mundo, y es asombroso cuán relevantes son sus consejos aun en esta era moderna:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Tenemos que trabajar en el mundo, y puede que tengamos que irnos de la casa para estudiar una carrera; pero dondequiera que nos encontremos, y por jóvenes que seamos, somos ministros de la palabra y luces en el mundo, y por la intensidad de nuestra luz expondremos las obras de las tinieblas. Por causa de los peligros, es nuestra solemne responsabilidad guardarnos “sin mancha del mundo” (Santiago 1:27).

El mundo puede ser cruel; siempre es un lugar de prueba para nosotros, pero se nos asegura de que si tenemos en mente nuestra herencia espiritual y somos leales a ella, venceremos al mundo con la ayuda del Padre, porque

“todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4).

~ John Marshall