Capítulo 8 — ¡pero Nosotros Somos Diferentes!

La escritura nos dice claramente que “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” Esto no significa que no existen judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque eso sería ridículo. Significa más bien que estas cosas no tienen importancia en lo que a nuestra posición en Cristo se refiere. Cada uno de nosotros, quienquiera que sea y cualesquiera que sean su clase social y sexo, ha sido poderosamente elevado como santo en Cristo, a tal grado que sus demás características ya no tienen relevancia.

Por consiguiente, desde el punto de vista espiritual, un hombre y su esposa son uno en Cristo. Sin embargo, siguen siendo hombre y mujer, esposo y esposa, de la misma manera que en los días de Pablo seguían existiendo judíos y griegos, esclavos y libres. Es por esta razón que Pablo, escribiendo por el Espíritu de Dios, nos da instrucciones separadas sobre las obligaciones y responsabilidades del esposo y de la esposa.

Consejos Para Esposos

El esposo debe proporcionar fortaleza, guía, iniciativa, lo necesario para el diario vivir, y la autoridad para mantener el ambiente espiritual de la casa. Debe ser congruente, cariñoso, leal y respetuoso, dando honor a su esposa “como a vaso más frágil” y viviendo con ella de acuerdo a su conocimiento de lo que Dios ha revelado sobre su compañera y sus responsabilidades para con ella.

Un hombre debe ejercer activamente su liderazgo y no descuidarlo. El liderazgo no surge espontáneamente. El liderazgo proporciona tanto ejemplo como guía, tanto servicio como autoridad. Un hombre debe asumir la responsabilidad de establecer el carácter y la estabilidad del hogar. Debe protegerlo contra perniciosas influencias externas e indeseables tendencias internas.

Los amigos que hacemos, los individuos que frecuentamos, las personas que comparten nuestro hogar, nuestras responsabilidades para con los demás hermanos, el ambiente del hogar para el esposo y la esposa juntos e individualmente y para los hijos que tengan, todo esto cabe dentro de la jurisdicción de la autoridad espiritual del hombre, y él debe asegurar que lo que Cristo manda encuentre la plena oportunidad de florecer bajo su custodia.

Los gestos cariñosos que nos complacemos en expresar antes de casarnos deben continuar después. ¡No debemos adoptar el punto de vista cínico de que no tiene sentido correr para agarrar el autobús cuando ya nos hemos subido a él! Cariño, bondad, flores, recuerdos amorosos y cuidado constante deben ser siempre evidentes porque proporcionan la seguridad y apoyo tan necesarios y traen alegría y aliento.

Nosotros no podemos hacer con nuestro tiempo lo que nos da la real gana, ni en el campo espiritual ni en el del quehacer diario. Debemos controlar la forma en que utilizamos el tiempo y tener cuidado con las exigencias que imponemos a nuestra familia. Un esposo con un pasatiempo que ocupa mucho tiempo, o con un programa sobrecargado de responsabilidades en la iglesia, puede crear en el seno de su familia un sentimiento de soledad o descuido, e imponer a su compañera una carga desproporcionada de responsabilidad.

Debemos buscar un sano equilibrio y la sensatez espiritual en todos los aspectos de nuestra vida familiar.

La Buena Esposa

La descripción de la mujer virtuosa en Proverbios 30:10-31 puede ser desconcertante, por decir lo menos, para cualquier mujer recién casada. Repase Ud. este pasaje si no se acuerda del trabajo variado y casi incesante de la mujer allí representada. Pero sin considerar la extensión y los detalles de su labor, la esencia de su servicio es una preocupación total y abnegada por su familia. Su dedicación y compasión, su inteligencia y diligencia se manifiestan en todo lo que hace.

Hablando por el Espíritu, de una manera típica de él, Salomón establece una norma para todas las esposas:

“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.”
Proverbios 31:30

La mujer ha recibido de Dios dones maravillosos que sobrepasan los del hombre. Aunque no tenga hijos, su instinto materno se manifiesta por la clase especial de cuidados que brinda a todos aquellos que recibe bajo su techo. Su capacidad instintiva para crear un hogar transforma ladrillos y cemento en un refugio caluroso y consolador, apartado del mundo exterior.

En términos del Nuevo Testamento, la esposa perfecta es una combinación de María y Marta.

Pero cada don trae sus tentaciones y su lado oscuro. En manos de una mujer insensata o egoísta, la capacidad de formar un hogar puede convertirse en puro materialismo que consume excesivas cantidades de tiempo y dinero. También puede crear sentimientos de orgullo por las posesiones materiales, en lugar de un profundo sentido de gratitud por el hogar como hogar. Acordémonos que el competir con el vecino no es más que una carrera hacia la tumba.

A cada madre le gusta presidir en la mesa de la casa. Le encanta tener su familia a su alrededor compartiendo las cosas que ella ha preparado. Hay algo noble en la manera en que la mujer da de sí misma para el bien de los demás. Esto no debe confundirse con la extravagancia o el consentimiento. La dignidad y disciplina y un sentimiento de amor y apoyo para con su esposo quien normalmente es el que provee las necesidades materiales, deben guiarla en su servicio.

La comidas deben ser dedicadas a estrechar las relaciones familiares. Son excelentes oportunidades para compartir las actividades del día con los demás. Debemos lamentar la costumbre de servir las comidas en forma individual a los diferentes miembros de la familia cuando ellos lo desean o cuando logran liberarse de su programa predilecto de televisión. La disciplina de la mesa familiar, así como la de las lecturas diarias, debe prevalecer sobre estas costumbres perturbadoras e indeseables.

La maternidad trae su propia felicidad. La satisfacción de haber dado a luz un milagro viviente está acompañado del privilegio indecible de presentar las palabras de vida en forma sencilla en los primeros años de infancia, antes que las influencias del mundo y la escuela se impongan a la joven criatura. La forma de vida de la madre—el ritmo de su vida, la música que escucha, sus preocupaciones y ansiedades, el amor y paz mental, las actitudes expresadas en todo lo que ella es y hace—es experimentado de una u otra manera por el niño aun antes de nacer, y cada vez más de la infancia en adelante.

La oración, la lectura bíblica personal, el sentido de Cristo en nuestras vidas y toda clase de actividad espiritual nos proporcionan fortaleza y profundo contentamiento.