La palabra “helenismo” se usa comúnmente para designar la civilización que abarca los tres siglos transcurridos aproximadamente a partir de Alejandro el Grande (336-323 a.C.) durante los cuales la influencia de la cultura griega se manifestó tanto en el Oriente como en el Occidente.
En el año 332 a.C. Egipto estaba bajo la dominación persa. Ese mismo año, Alejandro Magno entró triunfalmente como vencedor del rey persa Darío III y los egipcios le aceptaron y aclamaron como a un libertador. Hay que tener en cuenta además, que en Egipto había desde mucho tiempo atrás gran cantidad de colonias griegas y que por lo tanto no eran gentes consideradas como extranjeras. Al año siguiente, en el 331 a.C, fundó la ciudad que llevaría su nombre en un lugar del delta del Nilo
Alejandría fue una ciudad opulenta. Los Ptolomeos construyeron un palacio de mármol con un gran jardín en el que habían fuentes y estatuas. Al otro lado de ese jardín se levantaba otro edificio construido en mármol al que llamaban Museo. Fue una innovación del rey Ptolomeo II y en el se reunía todo el saber de la época. El museo tenía una gran biblioteca. Cerca de este edificio se levantaba el templo de Serapis, el nuevo dios de Egipto. En el centro de la ciudad se hallaban la Asamblea, las plazas, los mercados, las basílicas, los baños, los gimnasios, los estadios y demás edificios públicos y necesarios para las costumbres de estos siglos.
En el siglo III a.C. la lengua principal de Alejandría, como en la mayor parte del mundo civilizado, era el griego. El hebreo cada vez se hablaba menos, aun entre los judíos (Jesús y sus contemporáneos en Palestina hablaban arameo). Por eso había una gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras.
La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 a.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría. La traducción se realizó a inicios del siglo tercero a.C. y se llamó la Traducción de los Setenta, el nombre de Septuaginta o la versión de los Setenta (LXX).
Fue vertida al griego koiné (o griego común) por muy diversos traductores y se conoce bajo dicho nombre. Existe una leyenda según la cual 72 traductores (6 por cada tribu de Israel) hubieran dado lugar a ese trabajo. Comenzando con el Torá, tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir todo lo que es hoy conocido como el Antiguo Testamento. Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser mas recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos. Se trata de siete libros, llamados hoy deuterocanónicos. (Sabiduría y 2 Macabeos) y otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirac) o completamente (Tobit, Judit, Baruc y 1 Macabeos).
El valor de la Septuaginta radica en el hecho de que será ampliamente utilizada por la iglesia cristiana primitiva. Se dice que de cada siete citas del Antiguo Testamento que encontramos en el Nuevo, seis son tomadas literalmente de la versión de los LXX.
En resumen…
La Septuaginta o, en diminutivo, los “LXX” (Setenta), constituye la primera traducción de la Ley Mosaica o “Pentateuco” y de los Profetas, a un idioma distinto al hebreo, lengua considerada “sagrada” por los fieles judíos.
Esta monumental empresa literaria fue iniciada en Alejandría de Egipto durante el reinado de Ptolomeo II (285-247 A. de C.). Fue un gran admirador de la cultura y las antigüedades. El nombre de “Septuaginta” se origina en el número “redondeado” de sabios que habrían intervenido en la traducción.
Completada la transposición del Pentateuco al griego se continuó con la traducción del resto de los libros sagrados. El proceso concluyó alrededor del año 150 a.C. El texto griego de los “Setenta” fue adoptado por una significativa porción de judíos, tanto en Palestina como en la “Diáspora”. Los judíos “dispersos” se contaban en cientos de miles, exilados entre las naciones mediterráneas y del Lejano Oriente, especialmente Mesopotamia y Alejandría. Esta porción del pueblo hebreo hablaba griego y participaba de la cultura Helénica, extendida en Oriente desde Egipto, Etiopía, Palestina, Arabia, Siria, Asia Menor, Babilonia, Persia, adentrándose incluso hasta la frontera con la India.
¿Cuál fue la influencia espiritual del helenismo sobre los judíos?
La Septuaginta es un testimonio indispensable de esta “apertura cultural” y una vía fundamental para entrar en contacto con la fe del pueblo Hebreo en la época del Señor y en los primeros pasos de la Iglesia. La diferencia entre las lenguas hebrea y griega es el reflejo de una diversidad profunda entre dos mentalidades, entre dos mundos de pensamiento, cuyas categorías no coinciden por completo, si es que se aproximan.
Es una pregunta abierta si el Antiguo Testamento usa el concepto de “demonio”. En este ensayo, examinamos los pasajes donde los traductores de la Versión Setenta han usado la palabra “demonio” y preguntamos si éstas son traducciones justificadas del hebreo original.