El Libro de Jueces. Capítulo 15:1–20. Conflicto creciente con los filisteos


 
En Jueces 15 se nos presenta el clímax que alcanzó su lucha contra estos adversarios. Sansón quebró el poder de ellos asestándoles un duro golpe al destruir todas sus cosechas. Y cuando los hombres de Judá lo entregaron a los filisteos en carácter de prisionero, Sansón mató con una quijada de asno a mil de estos últimos. Este capítulo concluye comentando que Sansón juzgó a Israel durante veinte años (15:20). 
Vs. 1-8. El padre de la nueva esposa de Sansón interpretó la partida violenta y airada de Sansón como evidencia de que la había abandonado, y (supuestamente para salvar algo del honor de la familia) la dio al “compañero” (14:20) de Sansón. Pero Sansón vio las cosas en forma diferente y consideró que estaba completamente justificado en tomar venganza haciendo estragos en los campos alrededor de Timnat, privando a la gente de los frutos de toda una labor de temporada.
Interpretando la acción de Sansón como un divorcio, el suegro casó a su hija con otro. Cuando Sansón por fin regresó para consumar su matrimonio, se sintió traicionado al enterarse que su mujer ya era esposa del filisteo nombrado por los de Timnat como “amigo del esposo”. Quizás Sansón llevó el cabrito como un regalo de reconciliación. O tal vez en la clase de matrimonio que había contraído la esposa vivía en casa de su padre y el esposo pagaba los derechos conyugales en cada visita.
La siega del trigo se realizaba en mayo y junio. Se menciona en el v. 1 en anticipación del v. 5. El padre ofrece a su hija menor para aplacar la ira del hombre fuerte. Sin embargo, Sansón ahora busca solamente lo que él considera una venganza justificada (15:3). Toma una medida quemando de forma insólita no sólo el trigo que los filisteos estaban cosechando, sino también sus viñas y olivares (vs. 4-5). La venganza de Sansón provoca una represalia (15:6). Los filisteos dan quema por quema, pero creen que la destrucción de bienes merece la muerte.
A la esposa de Sansón le alcanza la misma muerte que ella quiso evitar traicionando a Sansón (14:15–17). No le podría haber ido peor si hubiera confiado desde el inicio en la protección de su marido. De nuevo la justicia de Jehová se manifiesta aun entre los pueblos que no lo adoran (1:6; 9:23, 24, 56, 57; 11:27).

La represalia filistea genera otro ciclo de venganza. 

Sansón ataca a los filisteos que quemaron a su ex esposa, dejando un gran saldo de muertos (15:8) y rompiendo de nuevo su voto de nazareo (Jueces 14:19). Se retira a la peña de Etam, en Judá (15:9–11), tal vez cerca de la aldea de Etam en el sur de Judá (1 Crónicas 4:32)o la Etam entre Belén y Tecoa (2 Crónicas 11:6).
En esta matanza Sansón también es motivado únicamente por la venganza personal. El círculo vicioso continúa. Los filisteos invaden a Judá para hacer a Sansón lo mismo que él había hecho contra ellos (15:9-10). Pero Sansón justifica sus acciones sobre la misma base (15:11). En realidad, ambos tienen culpa. La única manera de romper un círculo de venganzas y represalias es que una de las partes perdone a la otra. Ni Sansón ni los filisteos piensan en el perdón, y la inescrutable sabiduría de Jehová utiliza su terquedad para llevar a cabo su voluntad.
15:12. Los israelitas no reconocen que Jehová los está socorriendo a través de Sansón. ¡Qué contraste se ve entre el espíritu de Judá en Jueces 1:2–20 y su pasividad aquí! Lejos de defender a Sansón, lo acusan de causarles problemas (15:11; comparado con Éxodo 5:19–21) y lo entregan atado a los filisteos (15:12, 13). 
Los 3.000 de Judá (15:11) prenden a Sansón solamente porque él lo permite. Primero les exige un juramento que no lo matarán (15:12, 13). No quiere pelear contra sus hermanos israelitas. El verbo traducido se cayeron es literalmente “se derritieron”. La facilidad con que Sansón se deshizo de las cuerdas habrá aterrorizado a los filisteos, contribuyendo a la victoria aplastante del israelita.
La quijada del asno es tan dura y llena de dientes que es la única parte del cadáver que las hienas dejan. La quijada fresca era más pesada y menos frágil que si estuviera seca (15:15a), pero contaminó de nuevo a Sansón (Jueces 14:8, 9). ¡Con la quijada Sansón mata a unos mil filisteos (15:15b)! Celebra esta increíble victoria con otro poemita (15:16; 14:14, 18).
Brilla por su ausencia en el poema alguna alabanza a Jehová (5:2, 3). Sansón se canta solamente a sí mismo y a su arma (Habacuc 1:15, 16). El nombre que pone al lugar tampoco honra a Dios, sino a la leji 3895, “quijada” (15:17 tal vez era llamado así por la apariencia de un peñasco en ese lugar. Pero las hazañas de Sansón iban a darle a ese nombre un nuevo significado (v. 17). Nuevamente, su localización es incierta.). Sin embargo, es también posible que el nombre Leji fue puesto al lugar para conmemorar el triunfo de Sansón con la quijada. El nombre Leji al inicio y al final de 15:9–17 enmarca este episodio.
Esta lucha tomó lugar durante la siega del trigo (15:1), época seca y de calor. Después del esfuerzo sobrehumano, Sansón queda deshidratado. En su debilidad, por fin reconoce que Jehová le dio la victoria y que su vida depende de él (Jueces 15:18). Como Israel, Sansón no clama a Jehová hasta que se encuentra en un aprieto. De hecho, ésta es la primera vez que leemos que Sansón hable a Dios o acerca de él.
Así como Jehová responde al clamor de su pueblo con liberación inmerecida, también así salva al indigno Sansón. Le abre un manantial en la roca (15:19) como también hizo para Israel (Éxodo 17:6; Números 20:8, 11). La palabra traducida “cuenca” es literalmente “mortero”; se refiere aquí a una depresión circular en la roca como de un mortero. Tal vez este encuentro con Dios es lo que convirtió al joven irresponsable en gobernante (15:20). La última frase del capítulo nos recuerda que Sansón solamente había comenzado a librar a Israel (Jueces 13:5). Los 20 años de su gobierno han de corresponder a la segunda mitad de la opresión filistea (Jueces 13:1), a menos que él haya nacido antes de la opresión. Su gobierno comenzaría después de los eventos de los capítulos 14–15 y terminaría poco antes de la batalla de Mizpa (1 Samuel.. 7:7–13).

En un nivel, esta es una historia repulsiva de represalias y violencia siempre en ascenso, de acciones manejadas por las fuerzas obscuras de la ira, el odio y el deseo de venganza. Pero en otro nivel más fundamental, esta es una historia del poder de Dios sacando la victoria de la derrota y sometiendo a los enemigos de su pueblo. Y al final, incluso Sansón mismo reconoció que él era el siervo del Señor y que lo que había pasado había sido obra de Dios (15:18). Clamó al Señor, reconociendo su debilidad total y su dependencia en Dios, y encontró a Dios listo y dispuesto a concederle su petición (15:18-19). Este fue uno de sus mejores momentos y una anticipación del clímax hacia el cual se movía toda la historia de su carrera (16:28–30).