De todas las abominaciones de los paganos, ninguna fue más horrible que el sacrificio de sus hijos a los ídolos. Cuando consideramos seriamente tal práctica experimentamos indudablemente una repulsión física. Sentimos escalofríos o náuseas en la boca del estómago ante tal idea. ¡Cómo podría un padre hacer tal cosa! Nuestro instinto natural es defender a nuestros hijos de cualquier daño hasta el grado de sufrir daño fisico nosotros mismos por su bien. Más de un padre daría su vida para salvar a su hijo. Sin embargo, en tiempos del Antiguo Testamento, algunos padres voluntariamente tomaban sus propios pequeños y los ofrecían a los dioses que adoraban.
Jehová Dios de Israel estaba consternado de que su pueblo se hubiera hundido tan profundamente.
“Edificaron lugares altos a Baal para quemar con fuego a sus hijos en holocaustos al mismo Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento” (Jeremías 19:5).
Estos eran los pequeñitos a quienes Dios había querido que fueran enseñados en sus caminos e instruidos en sus promesas.
“Tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellos para que fuesen consumidos” (Ezequiel 16:20, 21).
Este no era el problema de hijos que se extravían tras sus propios propósitos. Era el caso de padres sacrificando los hijos a sus propios dioses. ¡Seguramente éste no es un problema hoy día; seguramente no es un problema de las familias en las que los padres aceptan la Verdad!
Sin embargo, existen ídolos actualmente; la avaricia es idolatría, y el materialismo es llamado el dios Mammón. El éxito mundano, la comodidad personal, vacaciones exóticas pueden ser dioses, todos tan exigentes como Moloc y Baal. Los padres pueden desear tiempo libre, queriendo mantener alejados a los niños de modo que no les importa lo que éstos hagan o vean. Los envían a entretenimientos mundanos, se sientan frente a la televisión y dejan que su mente se llene de las normas corrompidas de esta época. Esos niños están siendo abandonados a la carne; están siendo sacrificados al dios del ocio personal de sus padres.
Algunos padres raras veces están en casa porque están demasiado ocupados sirviendo al dios Mammón. Sus hijos regresan de la escuela a un hogar vacío; no encuentran una madre amorosa que los reciba, los conforte en sus problemas y comparta sus alegrías. Solamente tienen una llave para abrir la puerta: son “niños de llave.” Cuando los padres vienen a casa están demasiado ocupados en las labores domésticas para jugar con sus hijos, leer o platicar con ellos sobre los principios de la Verdad. La consecuencia natural es que los cansados padres sienten la necesidad de tomar un verdadera vacación lejos del ajetreo diario. Esto significa dejar los niños con una niñera mientras los padres se van a un lugar distante. Bajo tales circunstancias los niños tienen que buscar compañerismo en los brazos del mundo. Son dejados bajo control de otros como sus instructores y confidentes. Están siendo sacrificados sistemáticamente a Mammón, el dios de sus padres.
Una situación similar puede ocurrir cuando los padres están ausentes por causas nobles. Ya sea que estén ausentes a causa del trabajo o por estar en las reuniones de algún comité de la iglesia o dando transporte a los enfermos, el problema es la ausencia crónica. Los niños necesitan a sus padres. Aunque el creyente tiene que tomar en cuenta sus deberes en la iglesia, deberá establecer un justo equilibrio. Mientras sus hijos están jóvenes, los padres deben llevarlos consigo siempre que sea posible, limitando aquellas actividades que los obliguen a separarse.
También es necesario recordar que según la disposición divina, la familia consiste de padre, madre e hijos, no solamente de madre e hijos. No es correcto que el padre falte habitualmente, llegando tarde a casa o trabajando siempre por las noches. La madre no ha sido señalada para manejar sola la tarea de criar a los hijos. El padre proporciona el equilibrio: él puede solucionar algunos problemas con que la madre tiene dificultad. Normalmente, el padre no es tan fácilmente vencido por las manipulaciones de los niños.
Algunos padres indudablemente encuentran más placentera la compañía de otros adultos que la de los niños. Leche derramada, comida tirada y manos pegajosas pueden ser motivo de irritación para los padres. La inquietud de los niños y su excitada gritería pueden a veces exasperar algunos temperamentos. Pero aun cuando los hijos son pequeños, algunos de sus rasgos molestos son compensados por el ilimitado y a veces inmerecido afecto que el niño da a sus padres. Por otra parte, es un deber delante de Dios criarlos en la instrucción y amonestación del Señor. Esto sólo puede ser logrado pasando tiempo con ellos. Cuando esto se hace efectivamente, los años posteriores traen normalmente gran satisfacción cuando vemos a los niños crecer hasta llegar a ser adultos en el Señor. Así como el Señor ve “el fruto de la aflicción de su alma” y queda satisfecho, así los padres pueden esperar un gozo similar. Seguramente lo que menos deben hacer es evitar la compañía de sus hijos por su propio placer, sacrificándolos así a los ídolos de la carne.
Hay otras maneras por medio de las cuales los hijos pueden ser víctimas de los falsos dioses de sus padres. La madre puede querer casar a su hija con una familia adinerada, por lo que la presiona en ese sentido. Algunas veces la madre solamente quiere que su hija se case, y prácticamente arregla la situación mucho antes de que la muchacha esté lista para ello o con alguien que no es un compañero espiritualmente apropiado para ella.
Los padres pueden inspirar en sus hijos el deseo de obtener éxito y un buen puesto en el mundo, animándolos a acumular tesoros en la tierra a expensas de la Verdad. Algunos padres cristadelfianos han urgido a sus hijos a asistir a universidades que son buenas en el campo deseado pero que están lejos de sus hogares e iglesias. Hacer eso cuando el joven tendrá que vivir las 24 horas diarias con el mundo, estando a una edad vulnerable, es hacer preparativos para una muerte espiritual casi segura.
Algunos padres quieren que sus hijos sean populares, permitiéndoles salir y asistir a fiestas con gente del mundo. Otros desean siempre caerles bien a sus hijos, así que temen decirles “¡No!”
En cualquier situación en la que las ambiciones de los padres tienen preferencia sobre el bienestar espiritual de los hijos, el bien eterno de ellos está siendo sacrificado mientras los padres sirven a otro dios.
Puede que el sacrificio de nuestros hijos a Moloc o Baal no sea un problema hoy día. Pero enfrentamos el peligro muy real de sacrificarlos a los dioses del materialismo, el ocio y las ambiciones egoístas de los padres. Tomemos la determinación de que nuestros hijos nunca serán víctimas de nuestras propias ambiciones. Más bien, decidamos que ellos se beneficiarán plenamente de nuestro conocimiento de la Verdad, de modo que puedan crecer poniendo su esperanza en Dios y poniendo en práctica Sus testimonios en sus vidas.
~ Donald Styles
Traducido por Nehemías Chávez Zelaya